«¿Cuántos abrazos ahora mismo no se pueden dar ni recibir? Es momento de contención por responsabilidad de cada uno y de seguir las indicaciones sanitarias, pero con gran estruendo nacen cada día las múltiples ovaciones con aplausos desde las ventanas y bal-cones de este país al personal sanitario y a todas las personas que dan su vida por los demás.
Y por todo esto me pregunto si estos gestos de solidaridad, de responsabilidad personal y comunitaria, de acercamiento con una llamada telefónica o por un mensaje de WhatsApp, y volver a juntarse las familias enteras aunque sea a la fuerza, con lo que siempre ha costado, serán fruta madura por lo que estamos viviendo o perdurarán en el tiempo.
Tendrá que significar todo esto que estamos viviendo un antes y un después en la socie-dad actual, pues un diminuto microbio ha hecho bajar los humos a esta sociedad actual ambiciosa, prepotente y soberbia que podía con todo. Quizá este virus haya venido a sembrar el caos para después imponer la normalidad, la que se estaba perdiendo a pa-sos agigantados durante tantos años. Cuando todo esto pase el mundo nunca volverá a ser como era, y también quizá ya no queramos que lo sea. Quiero pensar que esto es una llamada de atención y no una conspiración de algunos, sino una dura lección para decirnos que no íbamos por buen camino. De cualquier manera, estaréis de acuerdo conmigo en que habíamos perdido cualquier conexión con la normalidad, cuanto más anormal era nuestro comportamiento más se triunfaba, se premiaba todo lo contrario al sentido común y el mundo se resentía.»
Esto es un extracto del editorial que irá incluido en nuestro próximo número de La Cepa.
Si quieres leerlo al completo, ¡estate atento!