Pasar de residente a voluntario y actualmente como trabajador en Hontanar le implica mucho a Juanma en su tarea, pues le echa cuerpo y alma apostando por los chicos que como él no veían una solución y con su ejemplo les ayuda mucho.

Entré en Hontanar en 2001 y estuve de residente algo más de un mes. Cuando llegué tenía mucha desconfianza por lo que me pudiera encontrar. Venía de un ambiente hostil que me había creado unos mecanismos de defensa terribles y estaba muy cerrado, pero mi estancia en el piso fue muy grata. La acogida fue muy cariñosa, las voluntarias daban abrazos y besos. Además, para mí era fundamental que nadie me cuestionara lo que había hecho para llegar hasta ese punto ni porqué. Solamente me preguntaban si estaba bien y cómo me encontraba. Esas cosas te hacen bajar las defensas y al cabo de una o dos semanas de estar aquí ya empecé a abrirme más y a afrontar en serio mi proceso personal. Me costó mucho abrirme, pero me lo pusieron muy fácil.

Después de ese periodo en el piso seguí milagro proceso en Proyecto Hombre. Durante todo ese tiempo seguía viniendo al piso de vez en cuando a saludar a los voluntarios, que eran muy majos, y a contarles cómo me iba. Cuando estaba en reinserción estuve trabajando con grupos y me di cuenta de que se me daba bien llevar las terapias de grupo, ayudar a los demás y escucharlos. En una de mis visitas a Hontanar me propusieron venir al piso como voluntario. La idea me gustó porque era como dar un poco de lo que se me había dado, que era mucho. Además, en mi trabajo con grupos me había dado cuenta de que conmigo la gente tenía menos reservas para hablar que con cualquier otro voluntario, porque me veían como un igual.

Estuve de voluntario 10 años que me llenaron mucho, porque sentía que estaba haciendo una labor importante. Mucha gente que ha pasado por aquí me ha cogido cariño y eso es muy gratificante. Es importante dar a los chicos espacios fuera del piso y de las terapias, y muchas veces los llevé de acampada donde se crea mucha confianza y se habla abiertamente. Además, yo les hablo en un lenguaje de la calle que sé que en algunos momentos lo entienden a la primera.

En 2010 me propusieron entrar a trabajaren Hontanar. En un primer momento pensé que a lo mejor podía perder algo de las ganas y la satisfacción que sentía viniendo de voluntario, así que dije que no. Pero unos meses más tarde me lo volvieron a proponer, y esta vez decidí probar. Ahora veo que no ha cambiado nada, sigo haciendo lo mismo, con la misma relación de cercanía y también de exigencia con los chicos, simplemente puedo dedicar más tiempo.

A veces, cuando veo a alguno de los chicos muy bajo de moral y con actitud derrotista, me pongo de ejemplo, porque yo sé que se puede salir de esto. Yo llegué a tocar fondo en todos los aspectos de ánimo, de salud y de cabeza, y logré salir. No es que sea un caso puntual, porque hay muchos como yo que han hecho un proceso parecido y ahora están fenomenal después de haber dado un giro total a sus vidas. Pero aquí la gente llega con muchas dudas, y yo les hablo de mi caso y de los de otros que han pasado por esto. Lo bueno que tiene haber estado en el fondo y haber salido es que te da buenos argumentos para pelear.

“Incluso los que recaen cuando salen a la calle, lo que siempre se llevan es el cariño. Eso nadie lo olvida”

Lo realmente especial de Hontanar es el calor humano. Las mujeres que vienen de voluntarias dan un cariño enorme, no preguntan al que tienen delante de dónde viene, ni les importa si ha robado o ha estado en la cárcel. El trato es siempre de tú a tú, y eso es fundamental porque cuando estás saliendo de la adicción crees que la gente te mira como si se te notara, como si tuvieras en la frente un cartel que pone “soy drogadicto” o “salgo de la cárcel”. En Hontanar eso no se siente, nadie te juzga. Los voluntarios y los franciscanos del piso tienen una humanidad tremenda, y cuando tienes una vida desestructurada eso te da mucha seguridad. Muchos recaen cuando salen ala calle, porque a lo mejor cuando estuvieron aquí no era su momento de salir de su problema, pero lo que siempre se llevan es el cariño, y eso nadie lo olvida.

Ha habido mucha vivencia, el proceso ha sido largo y he aprendido a ser humilde y tolerante. A veces lleva mucho tiempo dejarse querer. Antes me costaba compartir las cosas, pero ahora no me cuesta hablar de lo que me ha pasado en la vida, de mi evolución.