Este fraile siempre joven, aunque ya cuenta con más añitos es Manolo, quien cuando Pedro tuvo que dejarla dirección del piso asumió, junto con más personas, una fase intermedia de continuidad y asentamiento de lo que se había iniciado años antes. Junto a Carlos Arranz de la Parroquia de la Piedad, continuaron dirigiendo el piso en aquellos momentos en que el programa de Proyecto Hombre era muy estricto y requería de mucho apoyo de voluntariado.

El padre Manuel Romero, franciscano TOR, cuenta cómo comenzó lo que ahora conocemos como el piso Hontanar. Se inició de la mano de Pedro Pablo Herráiz, quien entonces era estudiante de Teología, tras un Capítulo Provincial de los Franciscanos. Por entonces, cuenta Manuel Romero, “un grupo de voluntarios de la Parroquia de la Piedad y San Diego se animaron a contactar con Proyecto Hombre y a acoger a chavales que salían de un piso de desintoxicación”. En esta tarea no se encontraba sólo él, había otros muchos que le ayudaron, “éramos muchos: Carlos Arranz, InmaYagüe, Antonio Roldán, Pedro Enrique y los frailes que estudiaban entonces en el edificio del nº 6 de la plaza y, entre ellos, un servidor”.“

Cada una de las ayudas de las personas voluntarias, los frailes implicados, las religiosas que dieron su tiempo y las familias contribuyeron para sacar adelante a la primera hornada de chavales. Esto constituyó una verdadera comunidad de vida”, afirma el padre Manuel Romero. Como todo comienzo suele ser precario, la primera andadura de la asociación con el piso lo fue, pero como se le “fue cuidando como a un bebé, y se le dedicó mucho tiempo y cariño. Y eso ha ido dando fruto”.

Para el padre Romero toda esta experiencia le sacudió internamente al darse cuenta de lo cerca que estaba el sufrimiento de la gente del barrio y de cómo él en su papel de franciscano tenía quedar respuesta de alguna forma a lo que Dios le pedía en ese momento. Porque, como él comenta, no es nada fácil “ni bonito” estar y ayudar a jóvenes salidos de la adicción. Aún con las dificultades que iba a conllevar este nuevo camino, comprendió la paciencia que Dios tiene con el mismo y por ello se concienció de que Él no da nada por perdido.

Cuando se le pregunta que, si ellos ayudaron, el padre responde que más que ayudarles a ellos los propios residentes ayudaron a los voluntarios y las familias.

Es por esto por lo que Manuel Romero guarda en su corazón a muchas de aquellas personas que dieron su tiempo su entusiasmo y su preparación. Pero también como cristiano asegura, “me que da la convicción de que, si no se actúa desde la oración y se busca la voluntad de Dios, acabaremos haciendo lo que nosotros queremos. Y eso, tiene fecha de caducidad”, concluye.
Por otro lado, en estos últimos años el padre Manuel Romero, ha estado desvinculado de Hontanar a nivel real, aunque ha estado informado de todo por el P. Blas, el P. Antonio y por las decisiones que se han tenido que tomar a nivel de voluntariado y del Consejo Provincial de los Franciscanos en España. Muestra su agradecimiento porque sus cohermanos continúan en el proyecto en la misma dirección, ”doy gracias a Dios por mis hermanos frailes, que han asumido desde la fraternidad de San Francisco este piso y esta asociación como algo esencial de su vida.

“Todas las personas que nos implicamos formamos una verdadera comunidad de vida”

Para animar a otros voluntarios a conocerla labor que realiza la Asociación, Manuel Romero recurre a una frase que el Papa Francisco dijo a los movimientos y asociaciones que se acercaron hace poco a Roma: «Tocar la carne del pobre es tocar el Cuerpo de Cristo».
“Nosotros, como franciscanos, que animamos y acompañamos a tanta gente de tantos grupos, debemos hacerles comprender que hay muchos hermanos tirados a la vera del camino que precisan de nuestras manos para ser levantados. Porque un día son ajenos y al día siguiente se convierten en prójimos. Y ninguno estamos libres de estar en la situación de aquel al que ayudamos”. Además de esta reflexión también remarca la identidad y el carisma católico de la Asociación y anima a continuar en ese camino de acción caritativa. “Dar testimonio de Amor y de opción religiosa”.

Y finalmente, un último agradecimiento: desde aquí dar las gracias a las franciscanas de la Misericordia, a las Reparadoras, a las Franciscanas De Montpellier, a las Hijas del Corazón de María, alas Javerianas y a los hermanos Conventuales que nos han ido apoyando a lo largo del tiempo, como hermanos y religiosos. Y a tantos voluntarios que han salido de San Francisco, de San Diego, de la Piedad y del Santo Niño de Cebú y que han hecho realidad el acompañar a aquellos que quieren volver a ser libres; tal y como Dios un día les creó.