Realizar un voluntariado durante 20 años como es el caso de Mari Carmen más que mérito es para elogiarla y aplaudirla. Ella representa con su testimonio el trabajo paciente y perseverante que no se ve pero que está ahí para que todo funcione bien.
Queridos amigos,
Desde mi vivencia personal como voluntaria en la Asociación Hontanar durante casi veinte años, he visto pasar por el piso a cientos de muchachos haciendo el programa y de voluntarios acompañándolos. Podrán cambiarlas siglas, las personas, el sistema de trabajo, pero los ideales que nos motivan para continuar con este proyecto siguen vigentes, porque la semilla de solidaridad sembrada en sus inicios ha crecido y se ha multiplicado.
“Nuestro piso era pequeño en tamaño pero enorme en acogida, solidaridad y fraternidad”
Vosotros, nuestros chicos, nos habéis enseñado la grandeza de la humildad. Cuando llegué al piso, no conocía en qué consistía este tipo de voluntariado, nunca había tenido experiencias al respecto. Tuvimos que asistir a cursos de formación en Proyecto Hombre, junto a los grupos de los usuarios en sus distintas fases de acogida, intermedio y reinserción. Cuando alguien cometía una falta de responsabilidad, los mismos compañeros confrontaban a la persona cuestionada, sin ánimo de ofender, pero con severidad, para que ella analizara y reflexionara sobre su conducta. Muchas veces pensé que si hubiera tenido que ser yo quien soportara ese confronto, quizá no lo habría soportado. También pensaba y actualmente siento lo mismo, que si perseveráis en vuestro proyecto seréis unas personas con unos valores muy por encima de la media social.
Inicialmente nuestro piso era pequeño en tamaño, pero enorme en acogida, solidaridad y fraternidad. Allí cabíamos todos. Se hacían muchas actividades, que según sus capacidades dirigían voluntarios: clases de guitarra, de cerámica, de yoga, deportes, natación, salidas de fin de semana al campo o a la playa, además de la propia atención de la casa, limpieza, compra, comida… y las programadas por los terapeutas.
Qué alegría cuando uno de nuestros chicos se graduaba. Aquello era una fiesta. Y cuando terminaba su proceso, reorganizaba su vida y se incorporaba al trabajo. Y no digamos cuando alguno quería ser voluntario en Hontanar. Todo esto nos llena de satisfacción, pues Hontanar sigue vivo porque formamos un equipo, una piña, al cual se van incorporando nuevos miembros que oxigenan nuestra Asociación y la actualizan.
Quiero dar gracias a todos, a nuestros chicos y a mis compañeros y amigos voluntarios, porque conoceros y trataros ha sido para mí una de las cosas más importantes de mí vida, me ha hecho crecer como ser humano, he aprendido a ser más paciente, tolerante y comprensiva.
Gracias Antonio Roldán, porque a través de ti lo pude conocer. Gracias Hontanar.