El fundador Pedro que nos cuenta esas vivencias y dificultades a la hora de plantear el proyecto y como a raíz de la demanda de Josemi, el primer residente, todo siguió su curso hasta ahora.
HONTANAR OASIS DE FRATERNIDAD OASIS DE VIDA DE LUZ Y DE PAZ
En medio de la arena se hunden los pies y quema. Se encogen los ojos, bañados de sudor Y la cabeza da vueltas en un eterno retorno, sin rumbo ¿A dónde van mis pasos?, ¿A dónde llevarán? Si el horizonte siempre es igual.
HONTANAR…
Tendido en el suelo ya caminar no puedo Y mi boca reseca sueña con gotas frescas. Me parece ver agua y me sumerjo en el polvo de escombros. ¿En dónde está esa agua con qué mi sed saciar? Si estas piedras son secas nada más.
HONTANAR…
Unas manos tendidas te hacen levantar. En pie de vuelta a casa ya puedes caminar. Sólo tú puedes dar pasos, los nuestros te acompañan, no caigas. Ya sabes dónde ir, ya tienes de beber, No te olvides tú de responder.
HONTANAR…
Quizás nadie podía imaginar cuando escribimos esta canción que la experiencia de Hontanar iba a llegar hasta donde ha llegado. Lo que sí es cierto es que cada cosa que hicimos tenía un cierto sabor a definitiva.
Lo tenía todo preparado para la presentación del proyecto y sin embargo mis pasos se encaminaron hacia Jerusalén. A estudiar Biblia 6 meses en la tierra de Jesús. A la vuelta fue todo vertiginoso, los estatutos, la Asociación Hontanar (escogimos ese nombre por la ermita de la virgen de Hontanares en Segovia cerca del pueblo de una de las personas con las que se inició la experiencia, vapor ti David), la visita de un representante de la provincia de los Franciscanos T.O.R. para recoger toda la información y ver en directo en qué consistía exactamente el proyecto.
Y llegaron los permisos, el espacio y las personas a las que acompañar. Era una idea de mucha gente y nacía al amparo de una decisión tomada en capítulo provincial. Todo tenía el sello de la Voluntad del Padre sobre un grupo de ilusionados hijos de Dios dispuestos a dar la vida por aquellos que perdidos en el océano de las drogas naufragaban delante de nuestras narices.
Ya conocíamos a Josemi el día que llamó a nuestra puerta sin saber dónde ir, ni que hacer. No lo dudamos. Era la primera persona que nos enviaba Jesús. Le acogimos con su jarabe, sus pastillas y su síndrome de abstinencia. Organizamos los turnos, recogimos muebles y buscamos dinero. Poco a poco, se organizaba una comunidad incipiente en torno a una necesidad inminente. Una cepa manchega ocupó el espacio de la televisión, que nos recordaba continuamente aquello de“…sin MI no podéis hacer nada”.
“Preparamos un entorno nutritivo que permitía el crecimiento y la maduración de quienes llegaban a las orillas de este oasis”
Asistimos a un goteo continuo de incorporaciones, personas que necesitaban de nuestro acompañamiento y por otro lado se movilizaron comunidades religiosas de la zona y la propia comunidad de religiosos que acogía la experiencia. Unos daban su tiempo acompañando a la sede de Proyecto Hombre, otros sus conocimientos organizando un taller y todos juntos preparamos un entorno nutritivo que permitía el crecimiento y la maduración de quienes llegaban a las orillas de este oasis en medio de la ciudad de Madrid. En dos años la experiencia se consolidó y para mí la mayor satisfacción fue comprobar cómo este piso pasaba a formar parte de las actividades propias de la provincia de la Inmaculada concepción de España de la T.O.R.
En el verano de 1995, como Fray Perico y su borrico, tomé mi bicicleta y me encaminé al capítulo en el que se votaba todo esto. Tenía durante aquel viaje, como en el principio, ese sabor a definitivo según me iba acercando a Mallorca en el barco de madrugada. Como cuando Abraham llevaba a su hijo montaña arriba sólo confiado en el Dios que le había dicho un tiempo atrás: “Sal de tu tierra y ve a la tierra que te mostraré”. Gracias Mariano por dejarme recordar de esta manera tan compartida y sentida.